Desde pequeña he adorado los bollos, ¡me encantan! El problema es que dicha pasión siempre llegaba a mí a través de la vista, y cuando llegaba la hora de apreciarlos a través del gusto solía quedar decepcionada… O eran demasiado dulces, o estaban secos… Poco a poco he ido familiarizándome con los fermentados, y es que son súper curiosos, ¡química pura! También he ido ajustando la cantidad de azúcar y he aprendido (casi) a manejar las masas amantequilladas. Tras este costoso proceso de aprendizaje he ido acumulando unas cuantas recetas que a mi parecer son ideales. Esta que os muestro aquí es una de ellas.