Joven-Adulto

Eternamente jóvenes

Post-modernidad

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A nadie escapa que uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos, como individuos, y como sociedad, es nuestra propia evolución hacia la post-modernidad. En lo que Zygmunt Bauman ha venido a llamar la modernidad líquida, la vida se ha convertido en algo caótico en donde se producen cambios constantes entre una posición individual y otra, como si de un fluido en movimiento se tratase1. El nomadismo se ha instaurado en nuestros espacios de residencia, en entornos laborales e, incluso, en nuestras vidas amorosas. Se ha producido una estandarización de la incerteza y, por tanto, vivimos plagados de ambivalencias y en constante conflicto emocional.

Tal vez, una de las mayores ambivalencias y conflictos se produce en el proceso de convertirse en adulto. A nadie escapa que vivimos en una sociedad donde la década de los 20, anteriormente una época de afianzamiento social, creación de una familia y cimentación de una vida, se ha convertido en una extensión de la adolescencia. Lo que el doctor Dan Kiley divulgo en la psicología popular como el “síndrome de Peter Pan” se está extendiendo de forma abrumadora, y ciertos estudios ya apuntan a una de las crisis individuales más importantes en la vida actual, hacerse adulto, se esta convirtiendo también en una de las mayores crisis sociales modernas2.

El eterno adolescente

Lo cierto es que el puer aeternus (el eterno adolescente) es un arquetipo conocido durante siglos y diferentes culturas los han descrito de forma similar: Yaco (Dioniso), Eros, Adonis, Baco, Cupido, Tammuz, Osiris, etc. Su descripción es la de un dios cuya psique es adulta pero que, sin embargo, su vida emocional se ha mantenido como la de un adolescente. Así, dicho puer vive una vida de constante provisionalidad, cambiando permanentemente por el temor a verse constreñido por los límites de una situación dada.

«Se necesita coraje para crecer y llegar a ser quien realmente eres»

Edward Estlin Cumming

El psiquiatra Carl Gustav Jung definió dicho arquetipo mientras desarrollaba las bases de su psicología analítica. Jung distinguió entre dos caras de una misma moneda3: el senex (viejo sabio), disciplinado, responsable, racional y ordenado; y el puer, instintivo, desordenado, caprichoso y desatado. Como todos los arquetipos, el puer es bipolar y exhibe tanto aspectos positivos como negativos, mostrando la novedad, el potencial y la esperanza para el futuro que, sin embargo, si no se concreta, puede convertirse en el “hombre-niño” que se niega a madurar y enfrentarse a los retos que se le presentan, distrayéndose en otras cosas y esperando que algo o alguien solucione sus problemas. En palabras del propio Jung:

“De momento hace aquello o lo otro, da igual si es una mujer o un trabajo, sin embargo no es lo que realmente quiere, y siempre hay la fantasía de que en algún momento futuro lo realmente esperado y deseado aparecerá […] Lo único temido por este tipo de hombre es el estar atado u obligado a cualquier cosa.”

Tal vez, la gran pregunta que se debe hacer respecto de un patrón de pensamiento así es si uno no se compromete por estar esperando aquello deseado (pese a lo indefinido que esto pueda ser), o si aquello deseado es una excusa (una quimera) que le permite no comprometerse y no hacer frente a los miedos que ello conlleva.

Madurez emocional

Volviendo a tiempos y personajes más actuales. El Dr. Robert W. Firestone define en un artículo muy interesante ciertos factores de la vida emocional adulta que no siempre maduran como debieran4:

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  • Racionalidad: el adulto auténtico es capaz de diferenciar entre sus procesos emocionales y sus procesos intelectuales. Esto se traduce en que, ante una situación dada, uno puede experimentar ciertas emociones pero, sin embargo, estas no afectan a su conducta más que como reflejo de un proceso racional de auto-entendimiento.

  • Formulación de metas: la definición de metas y los pasos para llevarlas a término es algo nuclear en la vida adulta y forma parte de nuestros procesos de auto-determinación y auto-dirección en la vida. Sin embargo, el eterno adolescente no define dichas metas de forma correcta (y aun menos las lleva a término) y, por tanto, tiende a sobreactuar emocionalmente a eventos que pueden ser insignificantes en su esquema vital y, asimismo, minusvalora eventos que pueden ser determinantes para su futuro.

  • Igualdad relacional: los adultos se posicionan de forma equitativa en la pareja, es decir, balance de derechos y deberes recíproco. Sin embargo, aquellos que se aproximan a las relaciones de pareja desde una posición inmadura, tienden a adquirir el rol de padre (controladores) o el de hijos (caprichosos).

  • Activo/pasivo: aquellos que gozan de madurez emocional suelen ser proactivos y asertivos consigo mismos. No se victimizan respecto de las inconveniencias de la vida o, como sucede en muchas ocasiones, proyectan sus problemas en otras personas; por el contrario, afrontan los retos de forma que trabajan por una solución propia sin depender de la dirección ajena, y buscando solo ayuda en aquello realmente necesario. El inmaduro emocional, sin embargo, mantiene una actitud pasiva y dependiente que, en muchas ocasiones, les llevan a eludir problemas y situaciones de conflictos o incluso, a expiar la responsabilidad a través de otros culpabilizando a amigos, parejas, etc.

  • Aceptación y no-defensividad: aquellas personas con una madurez real suelen aceptar la crítica sin reacciones agresivas y, del mismo modo, no suelen criticar de modo dañino y negativo. Al contrario, suelen estar abiertos a nuevas ideas, aceptando la crítica constrictiva como medio para expandir su auto-conocimiento. El que se relaciona mediante una emocionalidad inmadura, tiende a ser agresivo ante la crítica, con un auto-concepto muy rígido en que, con frecuencia, se obvian los defectos y conductas poco adaptadas, convirtiéndolas en inconscientes e imposibilitando su corrección.

  • Poder personal: hay muchas facetas de nuestra psique que no controlamos, tano a nivel de pensamiento como emocional. Sin embargo, aquellos realmente maduros toma completa responsabilidad sobre su existencia consciente y, por tanto, procuran realizar los cambios necesarios para estar mejor física y mentalmente.

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En conjunto, si bien lo mentado en estos seis puntos puede resultar muy naive y obvio, eso no lo hace menos peligroso y presente en nuestra sociedad. Al final, la lucha entre el senex (adulto) y el puer (adolescente), es la lucha por la auto-determinación y el control del propio destino. Mientras el primero asume su responsabilidad, sus dificultades y a sí mismo como eje de cambio, el segundo se deja llevar por la corriente, asumiendo que no posee control sobre lo que sucede a su alrededor y sus propios proceso de cambio, algo que, tarde o temprano, lleva al miedo, la inequidad y el fatalismo.

Entre el joven y el adulto

Por último y, para terminar con lo más actual que hay sobre esta temática, os dejamos con una charla de Meg Jay realizada hace un mes en TED. La psicóloga clínica Meg Jay es la autora del libro “The Defining Decade” (La década definitoria), en que habla sobre la trivialización de la década de los 20 años cuando, en realidad, es uno de los períodos más transformadores en nuestra vida, período en el que un joven-adulto se define como uno u otro, joven o adulto5.

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1. Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. Fondo de cultura económica USA: Verus, San Diego.
2. ScienceDaly (2007). Overprotecting Parents Can Lead Children To Develop Peter Pan Syndrome. Extraído de ScienceDaly.
3. Jung, C.G. (2009). Modernidad líquida. Trad. Miquel Murmis. Ediciones Paidós: Barcelona, España.
4. Firestone, R.W. (2013). Living Life as an Authentic Adult. Extraido de Psych Alive
1. Jay, M. (2012). The Defining Decade: Why Your Twenties Matter and How to Make the Most of Them Now. Twelve: .

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