A veces puede ser frustrante el normalizar las comidas de nuestros hijos. Lo cierto es que uno de los mayores deseos de los padres es el inculcar una alimentación sana sus hijos, además de unos buenos modales en la mesa. Por desgracia, las herramientas que con frecuencia terminan surgiendo como los enfados y ruegos, suelen ser de poca utilidad.
Ante estas situaciones surgen muchas dudas: ¿Por qué algunos niños tienden a comportarse mal ante la comida? ¿Pueden los padres aspirar a cambiar este hábito? ¿Por qué en la mayoría de niños reaccionan de forma escéptica ante comidas nuevas? O incluso, ¿por qué algunos prefieren comer siempre lo mismo?
[custom_frame_right] [/custom_frame_right]Podemos encontrar una explicación razonable a la variedad de preferencias alimentarias que se presentan durante la infancia si hacemos una observación retrospectiva, es decir, si nos fijamos en la historia de la evolución humana. Así, por ejemplo, el sentido del gusto ayudó a nuestros antepasados a realizar una primera criba de los potenciales alimentos que encontraban por el camino: es decir, el dulce presagiaba una alimentación sana y con mucha energía; por el contrario, el amargo y ácido, anunciaba la necesidad de ir con cautela, pues el alimento podía estar verde, podrido o incluso podía ser venenoso. Por tanto, tales predisposiciones genéticas aseguraban la supervivencia de los humanos hace cientos de miles de años.
Sin embargo, en la actualidad dichos mecanismos, si bien pueden resultar útiles, en edades tempranas pueden ir en detrimento de una nutrición sana derivada de nuestro conocimiento actual como especie. Así, se ha observado que el mantenimiento de conductas desadaptativas como las mencionadas al inicio de este artículo, es decir, el ser reticente a probar cosas nuevas (neofobia) o la aversión a sustancias amargas y predilección por el dulce, provoca desajustes en el niño y, por ejemplo, puede una causa de sobrepeso infantil.
¿Cómo podemos estimular a nuestros hijos para que prueben alimentos saludables?
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La paciencia y la perseverancia resultan más eficaces que el enfado. Presionar demasiado resulta contraproducente dado que pueden generar emociones negativas entorno a la comida que, en definitiva, provoquen incluso una ingesta menor y a desgana.
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Para introducir un nuevo alimento en la dieta es conveniente ofrecer el producto repetidas veces a lo largo de unos días, motivándole a probar al menos un trocito. De hecho, los niños no comen determinados alimentos solo porque les gustan, también les gustan porque siempre los comen y están dentro de su zona de confort.
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Dar ejemplo. Cuando los padres dan ejemplo a sus hijos probando cosas nuevas en la dieta, aumentan las probabilidades de que los hijos prueben de la misma ración. Se trata de una herramienta del condicionamiento vicario.
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Mantener unos horarios y seleccionar adecuadamente los alimentos que ingerimos. Es preferible evitar bebidas y alimentos ricos en calorías una hora antes de la comida ya que con apetito se suele estar más predispuesto a probar alimentos nuevos.
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Jugar ayuda a alimentarse. Comer junto con otros niños es la mejor estrategia para ampliar el menú de nuestros hijos.
En conjunto, se puede afirmar que a medida que van creciendo los hijos es importante tratar la alimentación con la justa medida de diversión, tolerancia y respeto. El mantener un orden de horarios y límites guía a los hijos para ir adquiriendo unos hábitos dietéticos saludables. En ocasiones puede parecer complejo, sobre todo al inicio, sin embargo siempre se puede acudir a un profesional dietista-nutricionista que pueda guiar en el desarrollo de las estrategias adecuadas para que los niños disfruten de la comida, aprendan a valorarla y experimenten con ella de forma adecuada.